Personajes e historia

Por qué la Valladolid comunera fue germen de la participación ciudadana

15 abril, 2021

La Guerra de las Comunidades y la causa comunera, que Valladolid abraza en agosto de 1520, suponen el establecimiento de un nuevo órgano de gobierno en la villa.

‘El común’ de Valladolid logra imponer un gobierno local de amplia base y representación ciudadana -sin perder de vista que este episodio tiene lugar en el siglo XVI- de la mano de la revuelta contra Carlos I.

La experiencia fue breve. Ocho meses después de su primera sesión, el ejército comunero es derrotado en la batalla de Villalar y los rescoldos que aún prenden en Toledo o Madrid serán apagados poco después.

Fue, sin embargo, todo un hito que hoy podemos considerar como el germen de la participación ciudadana en la vida política.

Los antecedentes: el regimiento y el motín de 1517

En los siglos anteriores a la Guerra de las Comunidades, la población no privilegiada de Valladolid se había visto descaradamente apartada del gobierno local. Aún resonaban en el recuerdo los ecos de los ‘concilium’ (consejos locales que daban cierta voz al pueblo llano). La centralización del poder en manos de los oligarcas locales fue definitivamente institucionalizada con el establecimiento del regimiento.

En Valladolid existían dos linajes que acaparaban la toma de decisiones: los Reoyo y los Tovar, familias privilegiadas que buscaban un estatus político a la altura de su posición económica, por encima de la defensa del interés común de la villa.

Esta actitud, señalada por lo no privilegiados, provoca una disociación entre ambas facciones. Se da, además, la coincidencia histórica con la extensión de los postulados humanistas que abogaban por la responsabilidad del gobernante para con el bien común y por la responsabilidad del soberano respecto a sus súbditos y el reino.

Los vecinos, aunque recelosos, mantienen una actitud pasiva hasta que en 1516 estalla un conflicto que provoca la desconexión total entre las cuadrillas (organizaciones vecinales de los distritos de la villa) y el regimiento.

El regimiento vallisoletano aprobó un nuevo impuesto sobre el vino. El descontento de la mayor parte de la villa es manifiesto, pues soportaba la mayor carga fiscal. Recibe el apoyo del sector eclesiástico y del universitario…que tampoco estaban exentos de la sisa. La opinión generalizada era que los regidores derrochaban el dinero público que aportaban, principalmente, quienes menos tenían.

El anuncio que desborda la situación es el que hace el Cardenal Cisneros: aprovecha una reforma iniciada por el recién fallecido Fernando el Católico para disponer un reclutamiento. Valladolid debía aportar 600 hombres. A las vidas humanas se sumaba el coste de sufragar de las armas y la posibilidad de instaurar nuevos impuestos de no haber fondos suficientes para ello.

La ciudad se amotina. Las cuadrillas, apoyadas por el obispo de Osma y otros miembros de la Iglesia Mayor, organizan su propia asamblea, un prototipo de la Junta que se pondrá en marcha durante la Guerra de las Comunidades.

Zonas de influencias de las cuadrillas de Valladolid en el siglo XVI (aunque oficialmente eran catorce, dos de ellas actuaban, de facto, como una misma organización).

‘Primer ensayo’ de la participación ciudadana

Este gobierno local, aunque constituido de forma oficiosa, logra el reconocimiento de las instituciones, que no tienen más remedio que aceptar su influencia.

El corregidor, en un intento de mantener su autoridad, dispensa a un notario del regimiento y a cuatro regidores para que asistan a las sesiones de la junta en calidad de enlaces. Estos regidores tendrán un importante papel en la Guerra de las Comunidades: Alonso de Saravia fue cabecilla de la facción comunera y Pedro de Tovar fue elegido capitán general por su sintonía con la causa. Por el contrario, Gonzalo Franco de Guzmán se posiciona en el bando realista.

El regimiento llega, incluso, a entrevistarse con la junta para acordar la respuesta que daría la villa, amotinada ante el reclutamiento de Cisneros, a la Corona. A pesar del reconocimiento implícito de la autoridad de la junta, el regimiento continúa solicitando su disolución.

¿Había logrado tanto poder político el común? Desde luego, más del esperado – y del deseado- por la oligarquía local: el 20 de agosto de 1517, Cisneros firma un privilegio que permitía que cada cuadrilla nombrara dos procuradores mayores con presencia en el regimiento.

Cuatro días después, los 28 representantes son elegidos en la Iglesia Mayor (la Colegiata de Santa María).

Colegiata de Santa María

Aunque este nombramiento es un enorme logro para el pueblo, la influencia de los linajes que controlan el regimiento se proyecta, también, sobre los procuradores mayores: los electos por las cuadrillas, normalmente de los estratos más privilegiados de estas, mantienen estrechos lazos con los linajes de la ciudad. Cierto es, también, que su presencia y sus opiniones incomodaban a los regidores. No dejaron de manifestar su preocupación por asuntos relacionados, sobre todo, con cargas fiscales y con el precio de ciertos productos de alimentación.

Como muestra del poder que proyectaban, pese a no tener voto, destaca el episodio que protagoniza el procurador Francisco de Saldaña en 1518: aprovecha que los regidores han abandonado la villa ante un brote de peste para paralizar la construcción del palacio del Conde de Benavente junto al Puente Mayor. Aseguraba que esta ‘fortaleza’ junto al principal acceso a la población ponía a la villa en manos de un noble que, por otra parte, no despertaba ninguna simpatía en Valladolid. Sin embargo, en cuanto los regidores regresaron a la villa, se retomaron las obras.

La Junta de la Comunidad

La idea de gobierno local se desarrolla, al fin, con plenos poderes gracias al estallido de la Guerra de las Comunidades. La villa se suma oficialmente a la causa con la celebración de la primera sesión de la Junta de la Comunidad de Valladolid el 24 de agosto de 1520. Supone la sepultura, ahora sí, efectiva, del regimiento.  

Junto a los procuradores de las cuadrillas, formaban parte de la Junta representantes de la Iglesia -quizá en pago al apoyo que prestó en las anteriores reivindicaciones- y de los caballeros, miembros de la Universidad, y se abrió, incluso, a cierta presencia de la nobleza.

La revuelta comunera permitió al común vallisoletano poner en marcha un gobierno local, sustentado sobre ideas que hoy es impensable obviar en un sistema democrático: una amplia base representativa y la participación ciudadana en la vida política.

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3 Comentarios

  • Reply Web 23 abril, 2021 at 11:00

    Es un momento de la historia que me fascina: sin duda, uno de los momentos clave en nuestra historia en la lucha por derechos ciudadanos. Felicidades por el artículo.

    • Reply administrador 26 abril, 2021 at 08:17

      ¡Gracias por su comentario! Si desea profundizar en este hito, le recomendamos el libro Valladolid comunera. Sociedad y conflictos en Valladolid, en el tránsito de la Edad Media y la Moderna de Beatriz Majo Tomé. Le recordamos que, además, tiene disponible todas las conferencias organizadas en torno a esta temática por la Casa Zorrilla en el perfil del museo en Facebook (una de ellas, precisamente, impartida por Majo Tomé).

  • Reply Cesar Tattoo 28 abril, 2021 at 12:32

    No se como explicar, pero el portón de la Iglesia Mayor es una verdadera obra de arte. Lo digo por la foto que nos presentan en este post. Muchas gracias.

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