Renueva ahora los brotes, envía
primero la amapola a los caminos,
que el chopo tome fuerza y el álamo,
el almendro. Anuncia del trigo las espigas
azules, la crespa hoja del roble, acoge
como tuyas las alas de esos árboles cipreses
que te saludan pajarazos.
De estos versos de Olvido García Valdés toma el artista barcelonés David Betusé el nombre de su última muestra, Pajarazos, que traslada el campo castellano a la capilla y la Sala 9 del Museo Patio Herreriano hasta el 7 de enero de 2024.
Visita el Museo Patio Herreriano, de entrada gratuita, de martes a viernes de 11 a 14 y de 17 a 20 horas, sábados de 11 a 20 horas y domingos de 11 a 15 horas.
El paisaje castellano visto desde la perspectiva de quien lo descubre por primera vez, despojado de recuerdos y asociaciones, es la idea que subyace bajo las líneas de la poeta asturiana, recientemente galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Poesía Iberoamericana, quien conoce el campo vallisoletano cuando se traslada a la provincia para ejercer como profesora; y de Betsué, quien se aproxima a esta estampa desde una postura equivalente. «La referencia de esta poeta la tuve clara desde el principio. Me serví de Olvido para aprender este paisaje desde fuera, pues ella lo descubre sin tener una memoria del mismo, lo mismo que me ocurrió a mi», explica el artista, quien destaca, también «la renovación que hace la asturiana en los 90 del paisaje castellano, siempre presente en la poesía, pero también en el arte en general».
La imponente escultura que ahora ocupa la capilla del museo es un trabajo realizado de forma específica para este espacio. Betsué no sólo bebe de los versos de García Valdés, sino que se recupera también las técnicas de los grandes maestros de la gubia castellana, en especial de Alonso Berruguete, a los que conoce, ya en Valladolid, en una visita al Museo Nacional de Escultura.



Al indagar en la historia de estos referentes históricos de la escultura en madera policromada, el artista catalán descubre fuertes paralelismos con su trabajo. Si aquellos empleaban madera de pino en las tallas y barnices y pigmentos realizados con base mineral o vegetal; Betsué esculpe, tritura, pulveriza o dispone pastas, paja o pétalos de rosa sobre un impresionante pilar de hormigón que asciende seis metros «sin terminar de generar una figuración», en el que se dan citas referencias tan variadas como «algunos escultores de la escuela vallecana, los retablos, que aquí cambian el pan de oro por la paja, que siempre ha sido el oro de los pobres; o los murales y frescos que conocí en Roma, inspiración de la masa de color que sobrevuela la escultura». Es su forma de trasladar y reordenar el paisaje castellano.
La materia de la instalación, orgánica en su mayor parte, «ha estado viva», recuerda el artista; lo que configura un contraste con la dureza de los muros que levantan la histórica capilla.
Junto al monumental pilar descansa un cubo de ciprés, «contrapunto a la verticalidad que me remite a conceptos como el del pozo o el tintero».
«Intervenir en esta capilla es un reto para cualquier artista español», afirma Betsué, quien ha aplaudido el relato de intervenciones que precede a la actual, con creadores como Eva Lootz.



Pajarazos se extiende a la contigua Sala 9, donde se presenta una muestra del trabajo realizado por David Betsué en los últimos 20 años y en la que se pone de manifiesto su interés por el paisaje y los materiales naturales. El papel, la madera o la resina tienen, de nuevo, un especial protagonismo en esta sala. Junto a este corpus expositivo se disponen tres fotografías de edificios de la ciudad que están siendo derribados: la destrucción del casco histórico en los años 60 es el tercer pilar que inspira esta propuesta.
Pajarazos se desarrolla de forma paralela a la exposición que ahora acoge el centro barcelonés Fabra i Coats. Ambas comisariadas por Marta Sesé, se unirán en la configuración de un catálogo conjunto que se presentará como una monografía de Betsué.
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