Valladolid pudo tener el templo más magno de toda la Cristiandad. En pleno siglo XVI, ante las primeras voces de la reforma protestante y con la amenaza de un cisma planeando sobre la Iglesia, y bajo el reinado de Felipe II, se retoma el proyecto de catedral iniciado por Gil de Hontañón.
En 50 años, desde que se comenzara la cimentación en 1527, apenas se había avanzado. El fervor de la Contrarreforma aviva las pretensiones de contar con la mayor seo de la Cristiandad.
Llega entonces el proyecto de Juan de Herrera, el ambicioso trazado que daría forma a nuestra catedral. El arquitecto de la Corona ideó un gran templo de tres naves, cuatro torres y amplio crucero con altar en su centro.
Según sus planos, la Catedral de Valladolid debía tener una nave central de casi 140 metros de largo y la nave del crucero, cerca de 80 metros. También contempló la construcción de un claustro adosado por la cara oeste, sobre lo que hoy es la plaza del Portugalete. Sin embargo, dado el desnivel del terreno y el cercano cauce del Esgueva, es posible que su construcción nunca se considerase con seriedad.
Entre los vallisoletanos corre una leyenda negra que culpa a Juan de Herrera de la frustración del proyecto. Se dice que el arquitecto abandonó la construcción de la catedral vallisoletana para asumir el encargo de levantar El Escorial. La realidad es que el complejo de El Escorial ya estaba terminado cuando Herrera se puso al frente de la Catedral de Valladolid.
Si la catedral vallisoletana no se terminó fue, principalmente, por motivos económicos.

Una segunda oportunidad en los años 40
Las aspiraciones de la ciudad de tener una de las catedrales más magnas de Europa estuvieron a punto de cumplirse en 1942, cuando la Dirección General de Bellas Artes impulsó un concurso para la finalización del templo según los planos herrerianos.
Esta campaña implicaba resolver el crucero que quedó sin terminar, construir la capilla mayor y una reordenación urbanística del entorno. Entre otros edificios debía desaparecer el mercado del Portugalete, que se encontraba en la plaza del mismo nombre, pues sobre ese espacio proyectó Herrera un claustro.
La frustración del sueño herreriano se sentía como un fracaso de la ciudad. Fernando Chueca Goitia lo recuerda como «la huella ambiciosa de una empresa, representativa como pocas, de una gran época, en la que la generosa España dio el reino de la tierra por el del Cielo; quedaba esbozada la Catedral de la Contrarreforma en España».
En el concurso convocado en los años 40 para su finalización el catedrático de historia del Arte Enrique Lafuente Ferrari compara la inconclusa seo con la derrota de la Armada Invencible.
Esa Catedral iba a resumir en sí también ese conjunto de esfuerzos incompletos, de empresas fracasadas, de suprema fatiga de empresas gigantescas que vemos repetirse en la historia de nuestro siglo XVI.
Enrique Lafuente Ferrari
Los arquitectos Carlos de Miguel y Manuel Martínez Chumillas ganaron el concurso. La propuesta presentada por Fernando Chueca, Carlos Sidro y José Luis Suribana quedó en segundo lugar.
Los proyectos presentados se expusieron al público en el Colegio de Santa Cruz hasta mayo de 1944, junto con los planos de Herrera y una maqueta según el trazado original. De forma paralela, estimulaban el ánimo de los vecinos las autoridades del arzobispado y de la Universidad, que pedían la unión de toda la nación en tan ambiciosa empresa, o el entusiasmo de El Norte de Castilla, cabecera de referencia en la ciudad.
Al igual que ocurrió en el siglo XVI, el tiempo pasaba y la Catedral era testigo, una vez más, del abandono de todas aquellas aspiraciones que la habrían convertido en uno de los monumentos más magníficos del país.
El sueño herreriano quedó, de nuevo, paralizado. Apenas se logró (y ya en los años 60) terminar la portada del brazo sur, la que asoma a la plaza de la Universidad, y culminar las capillas de ese lado. Asumió el encargo Fernando Chueca, quien había quedado en segundo lugar en el concurso convocado veinte años atrás.
3 Comentarios
Pues hombre no estaría nada mal ver culminado el proyecto.
Incluso abrir una CTA. Para recibir ayudas y donaciones, junto con las administraciones .
Es un buen referente turístico y cultural.
Sería importante retomar el asunto.
La religión católica no tiene el auge que hace años. El apoyo en Europa es cada vez menor. Una inversión de estas características la veo complicada.
Terminar el edificio es una utopía; aparte de su inviabilidad económica, supondría un anacronismo y la destrucción de las capillas de la Colegiata. Pero quizás sí se podría dar una solución digna a la capilla mayor, más acorde con la belleza y monumentalidad del interior del templo.