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Adiós a la ‘moza vallisoletana’: el derrumbe de la torre de la Catedral

15 mayo, 2019
catedral de valladolid

Entre los desafortunados hechos que han acompañado a la Catedral de Valladolid a lo largo de su historia –por algo está inconclusa- destaca, por su espectacularidad y los rumores que lo envuelven, la caída de su torre, aquella que fue conocida entre los vecinos como ‘La buena moza’.

Llamada así por su altura y su estilizado trazo, ‘La buena moza’ no fue nunca reconstruida, pese a que hay quien la identifica con la torre que hoy se puede visitar (construida entre 1880 y 1924).  Para situar aquella que se derrumbó debemos mirar de frente la entrada que encara a la calle Arribas: corresponde a los dos cuerpos, de abrupto final, que la flanquea a nuestra izquierda.

Su diseño corresponde al proyecto de Juan de Herrera, el de mayor envergadura, pero no el primero, ni el último, que rigió la construcción. Es una de las cuatro torres que contemplaba: dos en la fachada y otro par de menor tamaño en las cabeceras que ni siquiera llegaron a iniciarse.

Derrumbe de la torre de la Catedral

La suya fue una historia gafada desde el principio. Su base presentó problemas de cimentación desde el primer momento por las filtraciones y humedades debidas al cauce del Esgueva. Los arquitectos salvaron el imprevisto con la construcción de una plataforma que, por su complejidad y su coste económico, supuso el primer retraso en las obras.

Se cree que la torre fue levantada entre 1703 y 1709, según los planos de Herrera, aunque se añadieron modificaciones en los cuerpos que se construyeron más adelante. El diseño inicial contemplaba una planta cuadrada –los dos cuerpos que podemos ver en la actualidad sí corresponden a este trazado-, a la que luego se añadieron cambios como un cuarto piso ochavado y más campanas de las previstas por el arquitecto de El Escorial.

aqueta del diseño de Juan de Herrera expuesta en la Catedral de Valladolid, con torres de planta cuadrada. En primer término, 'la buena moza'.
Maqueta del diseño de Juan de Herrera expuesta en la Catedral de Valladolid, con torres de planta cuadrada. En primer término, ‘la buena moza’.

Con cerca de 75 metros de altura, la Catedral se convertía en el edificio más alto de Valladolid. Poco le duró la gloria; solo una década después de su finalización la torre comenzó a presentar serios problemas de estabilidad.

A pesar de los casi 600 kilómetros que separan Valladolid de Lisboa, el famoso terremoto que arrasó la capital lusa en 1755 se dejó sentir aquí y dañó, ya de forma definitiva, los cimientos de la torre, que terminó por caer 86 años después, en 1841.  Cuentan las crónicas de Ventura Pérez que el temblor se dejó sentir de tal manera que “del bamboleo que dio (el templo) sonó el reloj”.

En 1761 se intentó evitar el desastre con la instalación de cuatro cinturas de hierro en torno al cuerpo que reforzase su estructura. Para ello, Ventura Rodríguez, considerado el último gran arquitecto del barroco, ideó un sistema de andamios volantes que podían ser movidos por un torno vertical.

Si bien retrasó el desastre, no puedo evitarlo. En la tarde del 31 de mayo de 1841 la ciudad tembló conmocionada por el derrumbe de parte de la estructura de la torre de la Catedral. En su caída, el cuerpo superior, el añadido a las trazas de Herrera, arrastró buena parte de los cuerpos segundo y tercero.

Por sorprendente que pueda parecer, el campanero y su mujer, Juan Martínez y Valeriana Pérez, que en ese momento se encontraban dentro de la torre, donde residían, sobrevivieron al desastre. Él logró permanecer en la parte de la estructura que no se derrumbó. Más espectacular es la historia de Valeriana, quien cayó arrastrada por las ruinas. Fue rescatada después de 30 horas atrapada bajo los escombros y, para el asombro de los vecinos, sin sufrir ninguna lesión de gravedad.

Catedral de Valladolid sin torres
La Catedral de Valladolid, sin torres, hacia 1865.

Urgía asegurar la estabilidad del resto del templo. Después de un primer desescombro, el Ayuntamiento decidió continuar por parte de la estructura aneja ante el serio peligro de su hundimiento.

La amenaza de derrumbe era tal que los trabajos se encargaron a un preso, voluntario para la ardua tarea a cambio de la conmutación de su condena por homicidio y un salario bastante ajustado para la magnitud de la obra. El 14 de agosto de 1841 se daba por concluido el desmantelamiento de las estructuras que peligraban.

No obstante, las autoridades decidieron continuar con el desmontaje hasta el primer cuerpo –tarea que, de nuevo, asumió el antaño reo-. Quedó, así, el aspecto que conocemos en la actualidad.

La buena moza nunca fue levantada de nuevo, a pesar de que existió un proyecto para ello que hubo de suspenderse por falta de fondos.

Una historia de novela

El derrumbe de La buena moza bien vale una novela. Así lo entendió Miguel Ángel Galguera. Funcionario de profesión y escritor por vocación, recuperó los hechos históricos como base para una ficción que publicó en 2010, precisamente, bajo el título La buena moza.

Francisco González ‘el gallego’, el reo que conmuta su pena por homicidio por el desescombro de las ruinas, es la voz protagonista del libro. Frente a la historia de este perdedor, se narra la de Valeriana Pérez, la mujer del campanero que milagrosamente sobrevive al hundimiento y es rescatada después de 30 horas  sepultada bajo los escombros.

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