La crónica rosa de Valladolid reserva un destacado lugar a la supuesta infidelidad de la marquesa de Valverde. Es, no nos cabe duda, uno de los líos de faldas más sonados en la historia popular de nuestra ciudad, si bien toda apunta a que aquel escarceo amoroso se dio más en la imaginación de los vecinos que en los rincones del palacio.
El edificio, construido a principios del siglo XVI, fue encargo de Juan de Figueroa. Tomó el nombre por el que hoy lo conocemos después de 1678, cuando Carlos II concedió el título de marqués de la villa de Valverde de la Sierra a Fernando Tovar Enríquez, heredero del inmueble.
La casa palaciega de los Marqueses de Valverde es uno de los enclaves que mejor representa la influencia del gusto florentino en Valladolid. La puerta de medio punto, el almohadillado que la enmarca, los mascarones que decoran la fachada o las figuras de dos mujeres en medallones que adornan la esquina con la calle de los Expósitos son buen ejemplo de ello.
Fue hospedería de los padres filipinos, sede del Liceo de Literatura y Artes, cuartel de la Guardia Civil y residencia de los carmelitas descalzos de San Benito el Real. Hoy edificio de viviendas y locales comerciales, permite el acceso a su patio interior, si bien su aspecto actual no se corresponde con el que tuvo en la época de los sonados marqueses.
Historia de la marquesa infiel
Las figuras de un hombre y una mujer que flanquean una de las ventanas que se abre a la calle de San Ignacio son las responsables de las habladurías sobre la supuesta infidelidad de la marquesa que todavía en la actualidad se cuenta en nuestra ciudad.
El historiador Matías Sangrador y Vítores ya se hizo eco de ello en el siglo XIX. Se decía entre los vecinos que la marquesa “se dejó seducir por las tiernas y cariñosas protestas de un joven” que estaba “al servicio de su marido en clase de paje”. Sorprendida por su marido, este no tardó en llevar a la adúltera ante la justicia. No contento con la condena penal, se cuenta que pidió permiso para colocar la efigie de su mujer y del amante en la fachada del palacete para posteridad del escarnio público de su esposa.
No hay, sin embargo, ningún documento que lo acredite. El mismo historiador da poca credibilidad a la leyenda a la considera “bastante inverosímil”.
La leyenda ha llegado hasta nuestros días convertida en poema por obra y gracia de Ramón Campoamor.
Se alzó en Valladolid un edificio,
El pecado de la impureza.
de Fabio Nelli en la plazuela un día
y desnudo en el ancho frontispicio,
el cuerpo de la dueña se veía.
Creyó, haciendo la impúdica escultura,
este marqués celoso y delirante,
vil castigar la vil desenvoltura
de esa adúltera esposa y del amante.
Ciego, al llenar a su mujer de lodo,
no ve el marqués que su deshonra sella,
publicando el imbécil de este modo,
la infamia de él y la vergüenza de ella.
Y ¿qué diréis del escultor impío?
No supo, al retratarla, el miserable,
Que si el mundo perdona un extravío
Siempre es con la bajeza inexorable.
Este fue el escultor que hizo el retrato,
Ese el marido fue, la mujer esa,
¿Cuál tuvo de los tres menos recato,
El artista, el marqués o la marquesa?
Poema que forma parte de ‘El drama universal’ de Ramón de Campoamor
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