Curiosidades y leyendas

La leyenda del convento de San Francisco

20 julio, 2020

El desaparecido convento de San Francisco de Valladolid fue uno de los centros religiosos y de poder más relevantes de la ciudad durante siglos. Prueba de ello es que aquí falleció Cristóbal Colón y fue enterrado el héroe irlandés Red Hugh O’Donnell. Era el emplazamiento de la ciudad más solicitado por nobles y ciudadanos acaudalados para su sepultura; caso, por ejemplo, de Leonor ‘de los leones’.

Dice una leyenda, recogida por Juan Apaito y Revilla, que en esta época de esplendor murió un jurista de fama y reputación en la ciudad. Tanto, que su funeral se encargó a un fraile del convento de San Francisco, el más importante de la orden benedictina de su tiempo. Quizá por lo destacado del público que había de presenciar la ceremonia, quizá por sus aspiraciones de ofrecer un discurso digno de ser recordado; la noche víspera al oficio el fraile se encerró en la biblioteca, donde se entregó a la composición de un texto que demostrara su erudición y su elocuencia.

De noche y solo en la biblioteca, nos cuenta Juan Agapito y Revilla…

Cuando las tinieblas estaban en su mayor dominio, cuando la oscuridad más tenebrosa reinaba en la antigua villa del conde Ansúrez… siente el pobre religioso un estrepitoso ruido de voces y notas desafinadas de vibrante trompeta, un clamoreo tan infernal, que sobrecogido de terrorífico espanto e incalculable miedo, creyendo que las furias se habían desatado y todas marchaban en busca de él, y notando que esta incesante gritería se aproximaba más y más a la puerta de la biblioteca, se guareció debajo de los estante.

Juan Agapito y Revilla. Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones (1914)

Desde su improvisada trinchera, el fraile presenció la entrada de una terrible comitiva de seres enlutados. Uno de ellos tomó asiento y ordenó que llevaran a su presencia el alma del jurista. Y al momento el ánima entró en la sala, arrastrando larguísimas y gruesas cadenas, envuelta en sofocantes oleadas de fuego y rodeada de un sinnúmero de demonios.

Comenzó el macabro juicio. Uno de los enlutados leyó la extensa lista de pecados, delitos, injusticias y maldades que el jurista había cometido en vida. Y aquel que parecía ejercer de juez, dictó sentencia: cárcel perpetua en el infierno en cuerpo y alma.

Pero, ¿cómo llegarían al cuerpo, si no podían tocarlo? Preguntó otro de los seres.

Entonces el demonio que presidía tan siniestro tribunal miró hacia el escondite del fraile y mandó que lo llevaran ante él. El diablo le pidió que en su sermón diera buena cuenta de todo lo que había visto y escuchado aquella noche, sin omitir detalle.

A continuación, la funesta comitiva de demonios llevó al fraile hasta la iglesia donde descansaba el cuerpo del jurista. Vistieron al religioso con su túnica y lo llevaron con un cáliz hasta la sepultura. Acercó el cáliz a la boca del difunto y de ella salió la hostia de su comunión, que vino a caer al vaso. Mientras el fraile se dirigía al altar mayor, los demonios cogían el cuerpo del jurista y se lo llevaban a los infiernos, rodeada la escena de un terrible estruendo que dio paso a una espantosa tormenta que descargaba una ira como pocas veces se había visto en Valladolid.

Por demás está decir que el fraile cumplió como bueno, dando al pueblo desde el pulpito, al día siguiente de ocurrir tan raro acontecimiento, noticias circunstanciadas de lo que en mala hora había presenciado, ya para que sirviera de escarmiento público, ora para cumplir con el demonio que tan bien se había portado con él.

Juan Agapito y Revilla. Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones (1914)

Esta leyenda tuvo en su momento tal grado de aceptación que, nos cuenta Agapito y Revilla, hasta los mismos frailes enseñaban a quien visitaba la capilla el agujero de la bóveda por el que los demonios se llevaron el alma del jurista.

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