«Soy, más, estoy. Respiro.
Lo profundo es el aire.»
Las líneas del poeta vallisoletano Jorge Guillén (1893-1984) dieron forma, como el viento a la roca, a la serie escultórica ‘Lo profundo es el aire’ que el donostiarra Eduardo Chillida dedicó a quien fuera su íntimo amigo. Ambos se conocieron en 1971, cuando el escultor fue invitado a impartir clases en la Universidad de Harvard. Allí era docente Guillén, exiliado de España desde 1938.
Testigo de esta férrea amistad es una de las piezas que integran la serie ‘Lo profundo es el aire’, con la que Chillida rinde homenaje al primer ganador del Premio Cervantes en su ciudad natal. Impertérrita al paso del tiempo, se encuentra en el monumental entorno de la calle Cadenas de San Gregorio, frente al palacio de Villena y enmarcada por el histórico muro del convento de San Pablo.

Eduardo Chillida durante la inauguración de la escultura ‘Lo profundo es el aire’, homenaje a Jorge Guillén.
La escultura se inauguró en noviembre de 1982 con la presencia del propio Chillida. Siete años después de que la idea fuera archivada sine die, el Consistorio logró, al fin, materializar el proyecto. La llegada de Tomás Bolaños en 1979 fue el impulso definitivo al proyecto. El alcalde tardó, aún, otros tres años en ultimar los detalles y presentárselos a Guillén, entonces residente en Málaga, quien, debido a su delicado estado de salud, envió a su hijo Claudio en su representación.
El homenaje fue acogido con interés de multitud de personalidades -desde los Reyes de España, presidentes del comité de honor- y, sobre todo, con el apoyo férreo de los principales literatos del momento: Miguel Delibes, Vicente Aleixandre, Rosa Chacel, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Julián Marías o Franciso Umbral, entre un largo etcétera.
No tardó es sumarse su amigo Eduardo Chillida. La suya es la huella que perdura, perenne, de este homenaje. En el libro Diálogo de escultores (2000), el donostiarra reconoce en ella la inspiración del verso ‘Lo profundo es el aire’ como «el lugar en el que Guillén y yo podíamos estar juntos». Una idea que el escultor talla en un juego de volúmenes y vacíos que se abren al aire.
La escultura, de 3,5 metros de longitud y 1,5 de altura, fue realizada en acero después de que el artista descartase, a última hora, las estructuras de hormigón que ya tenía realizadas. Como él confesó, y recoge El País, «porque con esta nueva escultura la profundidad estará en el entorno, en la inmensa pared de piedra que rodeará la estructura de acero (se refiere a la iglesia de San Pablo); será una profundidad vertical».
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