Personajes e historia

Valladolid bajo las aguas: la inundación de 1636

3 febrero, 2023

Dos son las grandes tragedias impresas en la memoria histórica de Valladolid: el incendio de 1561 que arrasó el centro de la villa y la inundación de 1636 en la que perdieron la vida 150 personas y que provocó la ruina de incontables inmuebles.

El mes de febrero de 1636 estuvo marcado por las lluvias torrenciales y los inesperados vientos que causaron un rápido deshielo en las cumbres. Una tormenta perfecta que provocó un escandaloso aumento del caudal de los ríos castellanos: entre los días 3 y 4 se desbordaron, también, el Arlazón en Burgos y el Duero en Zamora.

La villa vallisoletana se llevó la peor parte. Por un lado, la crecida del Pisuerga arrasó todo cuanto encontraba a su paso en su margen izquierda; por otro, los ramales del Esgueva devastaron el centro y parte de los barrios de la ciudad.

«Se llevó calles enteras, como fueron la calle Real y la calle Imperial; las casas que se hundieron fueron más de 900».

Así describe la tragedia Juan Antolínez de Burgos, primer historiador de Valladolid

Tanto aumentó el caudal del Pisuerga que el Puente Mayor quedó totalmente cubierto por las aguas. Hacia su margen derecha, lo que hoy es el barrio de la Victoria, la fuerza de la riada arrasó el hoy desaparecido monasterio de los Santos Mártires (donde hoy se encuentra la fábrica Michelin) e inundó y dañó el hospital de San Lázaro y el convento de San Bartolomé (construido apenas dos años antes en la plaza del mismo nombre). Más adelante en su curso, también dañó el Monasterio del Prado.

Peor fue la suerte que corrieron los terrenos situados en la orilla opuesta. Una lápida colocada en el muro exterior del convento de Santa Teresa recuerda la altura que alcanzó el agua a más de 300 metros de su cauce.

A esta altura de la ciudad inundó y causó graves daños en el convento de San Nicolás (que estaba en la plaza que hoy lleva su nombre), el palacio de los Condes de Benavente (hoy Biblioteca de Castilla y León en la plaza de la Trinidad), el citado convento de Santa Teresa y los de Santa Catalina y San Quirce, además de aquellos edificios que se extendía hacia la zona de San Benito.

Siguiendo el curso del Pisuerga, sufrieron graves perjuicios la cárcel de la ciudad, el corral de comedias (único teatro de la ciudad, situado en la plaza de Martí y Monsó) o el convento de los Capuchinos. Relatan las crónicas de la época que los religiosos procuraron mantenerse en su templo, pero que la insostenible crecida los obligó a refugiarse en el vecino convento del Carmen Descalzo, al que huyeron portando el Santísimo a hombros. El historiador Marías Sangrador Vítores recuerda que, mientras aún daban gracias a Dios por haberlos salvado, recibieron la noticia de que su convento había sido destruido por la riada.

Sin embargo, fueron los ramales del Esgueva los responsables de las pérdidas más trágicas de aquel funesto día: causó la ruina de más de 800 edificios y la muerte de más de 150 personas. El ramal norte recorría las céntricas zonas de la Iglesia de la Antigua, la plaza de la Libertad, la plaza de Cantarranas y la zona de la calle Platerías para desembocar en el Pisuerga a la altura del Poniente. El sur, por su parte, pasaba por la Plaza Circular y las calles de Panaderos y Miguel Íscar.

Así pues, pasaban ambos -en especial, el ramal norte- por las zonas más pobladas de la villa. Si los sólidos muros de piedra de palacios, iglesias y conventos sufrieron por la inundación, ¿Cómo iban a soportarla los edificios de viviendas, realizados con madera, barro y adobe?

El ramal norte del Esgueva arrasó las actuales calles de Madre de Dios, Marqués del Duero, Esgueva o Cánovas del Castillo, pero fue en el entorno de la plaza de Cantarranas y de la calle Platerías donde, según las crónicas, se desplomaron a la vez varios edificios, que sepultaron decenas de habitantes y vecinos refugiados en las tabernas y destruyeron inmuebles, bodegas, almacenes y todos los enseres y víveres almacenados.

Recomendaciones

No hay comentarios

Deja un comentario