Personajes e historia

Cómo el convento de San Francisco llegó a ser el más importante de la historia de Valladolid

27 enero, 2022

Tenemos sobradas muestras de la relevancia social, política y económica que tuvo el convento de San Francisco para la villa de Valladolid. Los enterramientos de Cristóbal Colón, el héroe irlandés Red Hugh O’Donnell o la hija ilegítima de Enrique II, Leonor -llamada Leonor ‘la de los leones’ por esta curiosa leyenda-; las reuniones del concejo municipal en sus dependencias o que fuera sede de numerosas cofradías de comerciantes son un ejemplo del destacado lugar que ocupó esta congregación.

Fue, no cabe duda, el convento más importante que ha tenido Valladolid. Desde su fundación supo tejer un entramado de relaciones que le brindó férreos apoyos en todas las capas de la sociedad, desde las clases no privilegiadas hasta la mismísima corona.

Te contamos cómo fue para los vecinos la presencia convento (y te animamos a seguir este enlace y descubrir la historia del desaparecido convento San Francisco).

La monarquía: un interés espiritual y político

Los vínculos entre los reyes de Castilla y los frailes de San Francisco en Valladolid fueros muy estrechos a lo largo de la Edad Media. El apoyo de la Corona es manifiesto desde la llegada de los frailes a la villa – para la que fue decisiva el apoyo de la familia real, que llegó a asumir el patronazgo de la fundación-.

¿Cuál era el interés de la corona en este convento? Guardaba, en parte, relación con una política de protección de las órdenes mendicantes que asumió la casa real durante el siglo XIII y que más allá de motivos religiosos respondía a un intercambio de ‘servicios políticos’.

Los reyes castellanos cedieron los terrenos, se posicionaron a favor del convento de San Francisco en los conflictos que mantuvo con la colegiata de Santa María y le concedieron privilegios y pagos. La reina María de Molina fue, quizá, la monarca que mayor apoyo prestó a esta institución.

Festejos taurinos en la Plaza Mayor. A la derecha aparece la fachada del convento. Pintura de 1656.

Muestra del apoyo que prestó el convento de San Francisco la monarquía es la celebración de las honras fúnebres del infante don Enrique en 1304, el retiro y la muerte de María de Molina en una de las casas contiguas en 1321, las pernoctas de la familia real en sus dependencias o la celebración de acontecimientos públicos relacionados con la Corona. Algunos frailes se integran en la Corte y se involucran en asuntos de calado político, asumiendo, por ejemplo, el papel de emisarios de Carlos V durante la Guerra de las Comunidades. Además, para complacencia de los monarcas, los franciscanos no tuvieron reparo en hacer una férrea propaganda política de la casa real en sus predicaciones.

El concejo de Valladolid: una integración casi plena

Otro de los pilares que contribuyeron a afianzar la influencia del convento de San Francisco en Valladolid fue el concejo, con el que mantuvo una excelente relación desde el principio: llegó a ser la sede más frecuente de sus encuentros y a custodiar las arcas con la documentación municipal. En 1338 se da un paso más en este estrecho trato con la firma de un acuerdo por el cual los frailes cedías parte de su patio a perpetuidad para que el concejo edificara una sala de reuniones.

A diferencia de otras órdenes religiosas, los franciscanos transmitían la idea de que era posible llevar una vida cristiana en las ciudades y de que el comercio no contradecía las enseñanzas de la Iglesia; un mensaje que fue tomado con agrado por los representantes de la villa.

Puesto que la presencia de una orden de tal calado era motivo de orgullo ciudadano, el concejo se implicó activamente en su mantenimiento y mejora -como la construcción de un campanario- y cedió continuas limosnas. Una curiosa forma de limosna que el concejo solo concedió a esta orden era la entrega de uno de los toros que se lidiaban en los festejos municipales. Se les permitía, incluso, introducir en la villa bienes al margen de las ordenanzas del municipio.

Imagen: representación de la Capilla de los Linajes, de Valentín Carderera y Solano (Huesca 1796 – Madrid 1880) . Archivo Municipal de Valladolid.

¿Había un favoritismo respecto a esta orden? Así lo asegura la documentación histórica: el convento de San Francisco llegó a acaparar la mitad de las ayudas destinadas al clero.

Además -¡cómo no!-, entraban en juego las relaciones de poder: los primitivos ayuntamientos veían en estas órdenes una alternativa a la autoridad del clero secular, por un lado, y la posibilidad de influir en la vida urbana y transmitir normas y valores a través de los sermones religiosos, por otro. En aquel campanario que el concejo sufragó se colocaron las armas municipales: quedaba, así, expuestas en uno de los elementos urbanísticos más importantes de la ciudad, a la vista de todo vecino y visitante.

Cierto es que hubo conflictos aislados, provocados, por ejemplo, por la protección dada por los franciscanos a delincuentes y huidos de la justicia, alguna queja acerca del dinero que se invertía en la mejora del convento o por los continuos roces que tuvo la orden con la colegiata de Santa María la Mayor, órgano de poder que se vio amenazado por San Francisco desde el primer momento.

Los franciscanos y la sociedad vallisoletana

Los miembros del convento de San Francisco tuvieron una integración plena en la sociedad vallisoletana de la Edad Media: se dieron lazos de parentesco, las familias más pudientes recibieron allí sepultura y fue elegido como sede de varias cofradías de la ciudad.

Los frailes lograron rápidamente la simpatía de la nobleza y los linajes más poderosos de la ciudad -como los Tovar y los Reoyo- sin la cual, quizá, no hubieran logrado mantener su estilo de vida basado en la limosna y la caridad.

También tuvieron un importante vínculo con las clases medias y bajas. Los comerciantes, plateros, joyeros o especieros vieron con buenos ojos su instalación, precisamente, en la zona en la que residían y trabajaban, y recibieron con alivio aquel mensaje que no enfrentaba el comercio con la rectitud cristiana. Los franciscanos ofrecían, así, una ‘salvación’ al posible dilema moral de vivir en la ciudad y dedicarse al mercadeo. Tal fue la relación entre los oficios y los frailes que el convento de San Francisco llegó a convertirse en sede de varias cofradías gremiales.

El cariño general de la villa y sus vecinos por el convento fue constante hasta el siglo XIX. La Guerra de la Independencia y la venta de parte de sus terrenos durante la etapa napoleónica abren un camino que culmina con la Desamortización y una de las pérdidas patrimoniales e históricas más dolorosas que ha sufrido Valladolid.

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