La nunca materializada Gran Vía de las Angustias, proyecto decimonónico que se frustró por laberínticas trabas administrativas y por el estallido de la Guerra Civil, y el posterior Plan Cort que tan solo se truncó por la cuestión económica, pusieron en jaque a la Iglesia de la Vera Cruz.
La Gran Vía de las Angustias
En 1878 el Ayuntamiento regido por Miguel Íscar planteaba la apertura de una Gran Vía que facilitara el tráfico de carruajes entre el norte y el sur de Valladolid. La llegada del ferrocarril supuso un importante foco de actividad económica que atrajo a la burguesía a la, por entonces, zona sur: el ensanche burgués de la calle Acera de Recoletos.
Si bien el camino a la Plaza Mayor se aseguró con la reforma de la calle Olleros (hoy Duque de la Victoria), el tráfico rodado hasta la plaza de San Pablo era, cuanto menos, complicado. Los recorridos que conectaban el ensanche burgués con esta zona administrativa (que acogía la antigua Capitanía, la Diputación y el Gobierno Civil), a cada cual más incómodo y tortuoso, topaban con puentes en mal estado para salvar el Esgueva o con el angosto callejón del Cañuelo. Con apenas tres metros de ancho, la vía situada en la actual calle de Leopoldo Cano era un conocido peligro para los peatones que se cruzaban con los carros.

La alternativa propuesta pasaba por abrir una Gran Vía que cruzaba la calle Platerías y arrancaba de cuajo la Vera Cruz. Si algo frustró este proyecto no fue la defensa del valor arquitectónico del templo, sino la burocracia y la complejidad de las expropiaciones.
En 1886 se retoma el proyecto y las negociaciones con la cofradía. Años después se encamina la venta de la Iglesia por 100.000 pesetas. Con el beneplácito de los cofrades y el arzobispo José María Cos, el acuerdo se trunca al no aparecer las escrituras.
El trámite vuelve a negociarse en 1936, con el arquitecto municipal Juan Agapito y Revilla como responsable de un proyecto que esta vez sí choca con la férrea oposición de la autoridad eclesiástica, encarnada por el arzobispo Gandásegui. Solo el estallido de la Guerra Civil interrumpió la proyección de la Gran Vía.
Plan Cort
Poco descanso tuvo esta idea de acabar con la Vera Cruz, pues apenas dos años después, aún en plena contienda, el arquitecto César Cort presenta el plan de ordenación urbana ‘Proyecto de Ensanches y Reforma Interior’, que pasará a la historia como ‘Plan Cort’, y que apostaba por la destrucción total de la herencia medieval de Valladolid.
Articulada en torno al tráfico rodado como eje del proyecto, se retoma la idea de la Gran Vía de las Angustias. Por aquí transcurriría la antigua carretera de Burgos-Santander, que desembocaría en la plaza del Rosarillo.

De nuevo, como ya ocurriera con el planteamiento frustrado años atrás, el valor artístico e histórico de los inmuebles no se esgrime como razón para detener su derribo. Los primeros baches con los que tropieza son las alegaciones –la de un particular afectado y la que presenta la Cámara de la Propiedad-, aunque no aceptadas en principio; y las críticas de Juan Agapito y Revilla hacia el significativo coste de las obras. Así criticó el arquitecto municipal el Plan Cort en las páginas del Diario Regional “es muy cómodo trazar a placer y ensanchar vías, hacer mercados, iglesias, etc. donde mejor conveniera; pero ¿cómo se realizaría esto?”
La cuestión económica es, finalmente, la que demuestra el plan como inviable. En mayo de 1940 se resuelve anular el plan por no adaptarse a las “posibilidades económicas de la ciudad”.
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