Cuenta la tradición que lo mandó construir la condesa Eylo, mujer de Pedro Ansúrez, durante la ausencia del conde (con permiso de las leyendas del ‘puente del diablo’ y ‘la venganza de Mohamed’). Cierto o no, sí lo es que la sólida construcción data de estos tiempos.
Como indica Inocencio Cadiñanos, el paso original fue estrecho y de madera, al que se adosó el sólido camino de piedra en tiempos del conde Ansúrez, en torno al año 1080. Conocido entonces como ‘el puente de piedra’, era el primero que permitía el acceso directo a la villa: los puentes más cercanos hasta entonces eran los que salvaban el Pisuerga a la altura de Cabezón y de Simancas. Fue tal su importancia para la vida diaria de la ciudad que se mantuvo libre de pontazgo durante años –en 1469 los Reyes Católicos prohibían el cobro de paso-, aunque, finalmente, el cabildo catedralicio se hizo con este derecho.
Diez ojos diferentes
El aspecto que hoy conocemos, sin embargo, poco tiene que ver con su imagen original, posiblemente abombado, como otros puentes del Medievo. Las sucesivas reformas fueron moldeando el puente de forma irregular. Es una curiosa característica del Puente Mayor: sus diez ojos son diferentes. Dos de ellos, de medio punto (semicircunferencias); la circunferencia de otro par de arcos es menor de 180 grados, hay cuatro arcos mitrales (más angulares y puntiagudos) y los dos restantes son peraltados (de medio punto, pero elevados).
Tampoco son idénticos sus pilares rompientes: encontramos algunos angulares (los más antiguos) y otros cilíndricos (forma que se adoptó más recientemente por permitir que resbalasen mejor los árboles arrastrados por el agua).
Esta disparidad es consecuencia de las numerosas reformas que se acometieron. Sus pilares, arcos y cepas fueron reconstruidos reforzados, y en más de una ocasión hubo que desecar para ahondar los cimientos. El inevitable paso del tiempo, las riadas e inundaciones dañaron el paso, pero también, dada su importancia estratégica, fue parcialmente destruido por el ejército francés.

Detalle de los arcos del Puente Mayor (mitrales, peraltados) y de sus pilares, diferentes entre ellos.
Ladillo guerra indepe
El primer puente sobre el río Pisuerga que tuvo Valladolid se mantuvo como paso estratégico durante siglos. Muestra de ello es la importancia que cobró durante la Guerra de la Independencia. Fue el paso por el que entró a la ciudad Napoleón, el 6 de enero de 1801; el mismo por el que huyó su ejército en 1812.
En la retirada, hostigados por las tropas de Lord Wellington, los galos volaron dos ojos del Puente Mayor. El destrozo fue solventado con estructuras de madera. Tuvo que pasar una década para que comenzase su reconstrucción en piedra, un trabajo de vital importancia para el comercio en la villa.
El remate final, en el siglo XIX
La última reforma en profundidad del Puente Mayor tuvo lugar en 1886. Entre otras actuaciones, se construyó el actual tablero que eliminó el abombamiento típico de los puentes medievales y su pretil, a modo de barandilla rematada con bolas.
Durante este siglo perdió, asimismo, el arco triunfal que daba acceso al actual barrio de La Victoria, elevado en 1689 para recibir al rey Carlos II.
3 Comentarios
hola pienso visitar la ciudad, me encantas las curiosidades, de por QUE PASO,, cuando se pueda queremos visitarla . me gustaria tener mas leyendas como esta gracias
Muchas gracias por tu comentario, ¡te esperamos con los brazos abiertos! Hasta entonces, te invitamos a consultar otro contenido relacionado con curiosidades y leyendas de Valladolid: más curiosidades en nuestro blog y nuestras páginas de http://www.info.valladolid.es ‘Rincones con historia‘, ‘Rincones de leyenda‘ y ‘Valladolid literario‘.
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