Desde su rehabilitación para ser sede del Archivo Municipal de Valladolid la Iglesia de San Agustín se ha convertido en un edificio emblemático de la ciudad. La conservación de la arcada suspendida en el aire, que sobrevuela el jardín arqueológico, hace de su fachada una de las más peculiares de Valladolid.
El premio ARQAno de arquitectura en la categoría Restauración y Rehabilitación que recibieron Primitivo González y Gabriel Gallegos por esta empresa puso fin a años de abandono y deterioro. El proyecto, regido por el respeto absoluto a los restos de la iglesia, le devolvió el esplendor de épocas pasadas y lo convirtió en un referente en el campo de la restauración.
El origen del templo se remonta al siglo XVI. Su construcción, entre los años 1550 y 1627, según las trazas de Ruiz de Montañón primero, y según los planos de Diego de Praves en una segunda etapa, combina el estilo tardogótico y el clasicista; este último, el que predomina en la fachada principal, con el escudo de armas de los condes de Villamediana, casa que será recordada por su papel en la firma del Tratado de Londres de 1604.
La iglesia de San Agustín cuenta con una única nave alargada, hoy integrada en el Archivo como sala de consultas. Casa lateral está custodiado por cinco capillas, supervivientes de las muchas que hubo, alguna de ellas, hoy desaparecidas, tan valiosas desde un punto de vista histórico como la que sirvió de tumba a Fabio Nelli.
El declive del templo comienza en el siglo XIX, con la Guerra de la Independencia y la invasión de las tropas francesas, que lo utilizaron como albergue. Desde entonces, la vida conventual se alterna con desalojos de los monjes hasta su cierre definitivo durante los planes de la desamortización eclesiástica.
Fue cuartel, panadería e incluso cuadra. En menos de cincuenta años la Iglesia de San Agustín se encontraba en ruinas.
Restauración e integración con el Archivo Municipal
El deplorable estado del templo se mantuvo durante todo el pasado siglo hasta que, en el año 1999, se procedió a su restauración. La integración de las instalaciones del Archivo Municipal de Valladolid redactada por los arquitectos Primitivo González y Gabriel Gallegos supo mantener e, incluso, resaltar la belleza arquitectónica de su interior, aprovechando la nave central como sala de consultas y las capillas adosadas como bibliotecas y oficinas.
Desde su comienzo, el proyecto se basó en la conservación de los elementos existentes. El grado de respeto por los restos de la magullada iglesia es tal que las estructuras añadidas mantienen, literalmente, las distancias. Una observación minuciosa del suelo basta para reparar en los centímetros huecos que salvan los muros de piedra del contacto con la tarima.
La adaptación funcional del espacio se realizó mediante la superposición de nuevas estructuras, como los depósitos subterráneos, las cubiertas o el cerramiento para albergar salas de uso administrativo. Lejos de maquillar el contraste temporal, el nuevo aspecto de la Iglesia de San Agustín lo evidencia, logrando un diálogo entre la fría, dura y perenne piedra y las capas añadidas, de aspecto cálido y efímero.
En el exterior sobresale la recuperación de la arquería, quizá el elemento que más destaca en la renovada iglesia. Después de su peregrinaje por la ciudad –estuvo ubicada en el Campo Grande y en el Museo Nacional de Escultura- se reencontró con su ubicación original, en un segundo nivel de altura, que resalta el paso del tiempo al contraponerse con los pabellones añadidos a San Agustín. Este valioso elemento histórico preside el jardín arqueológico ubicado junto a la fachada sur, donde descansan los restos recuperados durante la rehabilitación.
El proyecto de Primitivo conserva así la organización de los espacios claustrales, en un escrupuloso ejercicio de respeto por la memoria de Valladolid que convierte a la Iglesia de San Agustín en el perfecto ejemplo de intervención funcional y enaltecimiento de la historia.
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