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Los desaparecidos mercados del Campillo y de Portugalete

15 marzo, 2017

El Mercado del Val, el del Borne en Barcelona o el de San Miguel en Madrid: todos ellos son símbolos de una sociedad que se forjó al calor del desarrollo industrial durante el siglo XIX, del gusto parisino y de la corriente modernista. Y todos ellos afrontan una segunda vida como centros de comercio, gastronomía y ocio, como reclamos turísticos que se amparan en el renacer del estilo industrial.

Aunque hoy solo podemos visitar el Val (te contamos su historia aquí), el affaire vallisoletano con estos mercados contó con otras dos damas: los desaparecidos mercados del Campillo y de Portugalete.

De izquierda a derecha: Mercado del Campillo en los años 60, Mercado del Portugalete a finales del siglo XIX y Mercado del Val a principios del siglo XX, con la cúpula hoy desaparecida.

De izquierda a derecha: Mercado del Campillo en los años 60, Mercado del Portugalete a finales del siglo XIX y Mercado del Val a principios del siglo XX, con la cúpula hoy desaparecida.

Los tres proyectos fueron aprobados por el Ayuntamiento en enero de 1878, con Miguel Íscar como alcalde. El mayor de ellos era el del Campillo de San Andrés, con 2.400 metros cuadrados, 80 metros de largo y un presupuesto de 210.288 pesetas. Le seguía, en tamaño, el de Portugalete, con una superficie de 1.946,60 metros cuadrados y una inversión de 166.105,53 pesetas. El del Val, el más pequeño y el menos costoso de los tres -1.440 metros cuadrados y 130.617,39 pesetas- es el único que sigue en pie, aunque ha perdido su característica cúpula central.

La demolición del Mercado del Portugalete desató una intensa polémica ciudadana. Cerró sus puestas de forma definitiva el 30 de abril de 1974, con 93 años de historia. Era el punto final a un año de vaivenes administrativos, oposición ciudadana y alguna que otra luz sobre las sombras que nunca se materializó.

El Mercado del Portugalete, en estado de ruina en los años 70. A la derecha, una imagen tomada durante su derribo.

El Mercado del Portugalete, en estado de ruina en los años 70. A la derecha, una imagen tomada durante su derribo.

A mediados de 1973 se resolvió la subasta que adjudicaba el derribo a doña Áurea Arroyo, aunque por falta de documentación, se optó, finalmente, por Ángel Llorente de Blas, que ofrecía 582.602 pesetas.

Afamados arquitectos como Primitivo González (responsable del proyecto del Archivo Municipal y de los Juzgados), Enrique de Teresa (Museo de la Ciencia) o Diego González Lasala (segunda fase de Huerta del Rey) plasman sus quejas a través del diario El Norte de Castilla, que canaliza el descontento ciudadano.

El Consistorio, con Antolín de Santiago-Juárez como alcalde, ofrece un trato ini extremis a la Dirección Provincial de Bellas Artes: si se hacía cargo de la conservación del edificio o cedía cinco millones de pesetas al Ayuntamiento para correr con tal gasto, se conservaría el mercado. Como era de esperar, la Dirección Provincial rechazó la oferta.

Poco después, en 1974, el derribó que con tanta polémica comenzó no pudo terminar de peor manera, pues el último día cedió parte de la construcción y le causó la muerte a un obrero, Dionisio del Pozo, de 38 años.

El Mercado del Campillo en los años 60.

El Mercado del Campillo en los años 60.

Menos agitado fue el derribo del Mercado del Campillo, en 1957. En 1946 el Ayuntamiento encargó un estudio sobre la conveniencia de cambiar su ubicación –lo que hoy es la plaza de España- que desembocó en la aprobación, en noviembre de 1948, del nuevo mercado del Capillo, en la calle Panaderos, inaugurado en agosto de 1956.

Esta nueva infraestructura, que daba servicio a la zona central, junto con el importante deterioro sufrido por el histórico edificio, fueron las principales razones esgrimidas por el Ayuntamiento para demoler el antiguo mercado, tarea que concluyó en julio de 1957.

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