Quien no tiene noticia previa de su existencia probablemente no se ha detenido a curiosear y quien tropieza por casualidad con su entrada quizá se pregunte por el sentido del peculiar callejón: hablamos de la calle de Torneros de Valladolid, vestigio histórico del pasado gremial de la ciudad.
El antiguo corral de Torneros ostenta la denominación de calle desde que el Ayuntamiento así lo acordase el 10 de abril de 1863. Con poco más de 20 metros de largo y metro y medio de ancho, la angosta vía ha sobrevivido a las últimas reformas acometidas en la plaza como el programa ‘Valladolid renace’.
Así lo describe Juan Agapito y Revilla en Las calles de Valladolid:
Es estrechísimo, tiene los accesorios de las casas de la Plaza Mayor, y es oscuro, con muy poca luz natural; pero, sin duda, bastante para que en él trabajaran en sus modestos talleres los torneros.
Nada ha cambiado la calle de Torneros desde que el historiador y arquitecto municipal lo describió en 1937. La curiosa callejuela sigue siendo una ventana al Medievo gremial que se abre, tímida e inadvertida, entre el histórico Café del Norte y la Óptica Varas. Aunque quede separada por una verja metálica de la calle Ferrari -antaño Acera de San Francisco por el convento que allí se levantaba- el uso del suelo es público, por lo que cualquier visitante es bienvenido a este salto temporal al Valladolid de los gremios.
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