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César Pérez Gellida dedica un pregón empapado de literatura al carácter vallisoletano
1

sep

2018

César Pérez Gellida dedica su pregón al carácter vallisoletano

El autor salpica su discurso de literatura, guiños a las costumbres, a la gastronomía o a la cultura de Valladolid, "capital del universo"

El escritor César Pérez Gellida pronunció ayer, ante la multitud que se abarrotaba en la Plaza Mayor, un emotivo discurso cargado de referencias a Valladolid y a esas “cosas que uno extraña cuando está lejos”, al duro tiempo meseteño –“no hay nada más bonito que una cencellada de tres días”-, al carácter “sobrio y reservado” de sus habitantes y a la literatura, presente en citas de Delibes y de Umbral.

Pregón completo.

 

        ¡Vallisoletanas y vallisoletanos, habitantes y visitantes de la capital del universo, muy buenas tardes!

        Es un inmenso placer estar hoy, 31 de agosto de 2018, en este insigne balcón, testigo directo del proceso evolutivo de esta ciudad que tanto me ha dado y a la que tanto debo. Poder dirigirme en una fecha tan especial a mis paisanos, familiares y amigos me provoca un sentimiento de orgullo difícil de explicar con palabras, ya que me considero afortunado por el mero hecho de haber nacido y crecido en estas calles y plazas. Por ello, lo primero que quiero hacer es dar las gracias a este Ayuntamiento y muy especialmente a su alcalde, Oscar Puente, cómplice necesario, por elegir a este calvo aporreador de teclados entre los incontables personajes ilustres de Valladolid que bien podrían estar detrás de este micrófono. Lo siguiente que me gustaría aclarar es que no; no soy el cantante de Celtas Cortos, que Jesús Cifuentes y los suyos ya dieron el pregón en el año 2015 y que, aunque compartamos peluquero, nos parecemos como un huevo a una castaña.

        Hecha la puntualización, quisiera aprovechar estos minutos iniciales para ofreceros mi punto de vista sobre nuestra ciudad como vallisoletano que ha regresado a casa tras un exilio voluntario, sacando partido de la engañosa perspectiva que otorga la distancia. Decía Miguel Delibes que: “Si el cielo de Castilla es alto es porque lo han levantado los castellanos de tanto mirarlo”. Es muy cierto, queridos paisanos, pecamos de modestia, y normalmente apreciamos lo que nos llega de fuera de forma desproporcionada, infravalorando los importantes logros alcanzados por hombres y mujeres estrechamente ligados a nuestra tierra, y que han ocupado, ocupan y ocuparán, páginas ilustres en los libros de historia. Hay veces, no muchas ni tampoco pocas, que elevamos la mirada esperando encontrar eso que tenemos bajo la suela de los zapatos. Nuestro carácter, labrado de sol a sol y enterrado en los surcos que abrimos en la tierra, podría decirse que es sobrio y reservado, atributos que con frecuencia se confunden con la desconfianza y el recelo. Es probable que no vayamos repartiendo saludos a diestro y siniestro, pero, ¿quién quiere pararse en la calle pudiendo charlar acodado en la barra de un bar o compartiendo mesa y mantel en uno de nuestros restaurantes? Igual no es cuestión de carácter, sino que se trata de una respuesta natural ante nuestra calidad hostelera. Adaptación al medio, lo llaman. Nadie puede negar que somos gente honrada, hospitalaria, paciente y trabajadora. Porque… ¡¿qué trabajo existe que requiera de más paciencia que aparcar en La Rondilla?! Valladolid, ciudad amiga. Carecer de primavera nos ha hecho así: de piel dura y latido fuerte, la cabeza siempre alta con la vista al frente, de paso firme e irritante temple.

        ¡Hay que joderse!

        Que no hay nada más bonito que una cencellada de tres días; que nuestro mar, amarillo cereal en superficie, se tiñe de grana en profundidad, y sus corrientes de zumo de uva nos han llevado más lejos que cualquier viento austral; que nuestras mujeres son las más bonitas bajo el firmamento, y ya se sabe que quien se atreve a acercarse demasiado a las estrellas puede quemarse en el intento; que el trazado viario de Valladolid no es caótico, para nada, está pensado así para que quienes nos visitan se pierdan por estas calles de historia cargadas, y se encuentren, sin saber cómo ni por qué, de vinos y tapas. ¡Pero que sea un Ribera, gracias! Somos la envidia de cualquier castellano parlante, cuna de la lengua cervantina, epicentro del leísmo y el laísmo, del dejar y quedar, del caer y tirar, del abisinio y la barra de riche, de las playeras, del carpesán y la lapicera. ¡Ah, y con playa en plena meseta! Lo sabemos, somos conscientes, resulta perverso, pero es solo una de las ventajas derivadas de ser la capital del universo.

        Son estas, precisamente estas, las cosas que uno extraña cuando está lejos. Son estas las que distinguen un lugar y lo convierten en único, las que te hacen regresar más pronto que tarde, las que, convertidas en emociones, permanecen perennes en el recuerdo. En el pregón de 1970, Francisco Umbral nos invitaba a realizar “ejercicios espirituales de vallisoletanismo” y, aunque el término no ha sido aceptado por la RAE (todavía) yo no puedo estar más de acuerdo. Valladolid es única y distinguida. Su Semana Santa lo es, su Semana Internacional del Cine lo es, también lo es su Semana del Teatro de calle y su Concurso Nacional de pinchos y tapas. Pero lo que de verdad hace de Valladolid un enclave único y distinguido son sus gentes. ¡Vosotros! Y digo más: ¿qué ciudad tiene un Poti, un Catarro, una Claveles, un Jesús Motilva (perseguidor profesional de autobuses), un motorista que va cantando “La puerta de Alcalá” mientras conduce, o unas hermanas gemelas inseparables? Ninguna. ¿Y nadie se ha preguntado jamás el motivo por el cual los dos mejores equipos de rugby de España son de Valladolid? Porque los valores de este deporte son el respeto, la perseverancia, la camaradería, la capacidad de sacrificio y la lealtad; atributos que están presentes en nuestra idiosincrasia. Lo reconozco: adoro el rugby, y voy a aprovechar este momento para hacer una petición a las autoridades aquí presentes: por favor, permítannos beber cerveza en Pepe Rojo. Pero cerveza de la de verdad, de la que hace que ambas aficiones nos abracemos después de cada derbi. Y, sí, hoy nos toca a los chamizos dar la enhorabuena a los queseros por los triunfos cosechados en los últimos años, pero que se preparen para felicitarnos, porque esta temporada volverá a ser blanquinegra. Y, hablando de asuntos deportivos, me gustaría apuntar que hace muchos años que no ocupa este lugar un representante del deporte de nuestra ciudad. Habría muchos candidatos, lo sé, pero yo me voy a permitir la licencia de sugerir tres nombres que, por su dilatada y exitosa trayectoria deportiva, merecerían dar el pregón del año que viene. Y en este punto solicito la participación de los presentes.

        Os voy a dar algunas pistas, a ver si adivináis quiénes son:

        Se trata de la zurda más letal del balonmano español y cuando tenía más pelo era rubio. A los que nos tocó jugar contra él lo llamábamos “el besugo”. Campeón de Mundo, subcampeón de Europa y bronce olímpico. Formado en el colegio La Salle, es, sin lugar a dudas, el jugador de balonmano más laureado que ha dado nuestra tierra. ¿Quién es? Fernando Hernández. Con el segundo compartí patio en el colegio de La Enseñanza. Podría contar algunas de las muchas experiencias que viví con él, pero no quiero restar enteros a su candidatura. Incombustible, con cuarenta y tres cumplidos, sigue empujando en la primera línea de El Salvador Club de Rugby. Para citar los títulos que atesora tendría que dar otro pregón pero no os quiero dar motivos para que retoméis la tradición de lanzar huevos. ¿Sabéis de quién hablo? De mi querido Manu Serrano. Y, por último, uno de los principales artífices del regreso del Real Valladolid a la categoría que esta ciudad merece. Orensano de nacimiento pero hijo adoptivo de Pucela tras siete temporadas en el club blanquivioleta. Es un rara avis del fútbol: amante de la música, el vino bueno y los buenos libros. Ser coherente con su lema #FelizVida le hace sostener una perpetua sonrisa, sí, pero en el campo sus rivales ni son tan felices ni sonríen tanto. De hecho, es por todos sabido que Cristiano Ronaldo se ha marchado de la liga española por miedo a tener que enfrentarse a él. Seguro que ya sabéis quién es. ¡Claro que sí! Es Borja Fernández.

        Gracias, amigos. Este pregón está entrando en su parte final y todavía no se ha producido ninguna muerte violenta, ni siquiera un miserable homicidio en grado de tentativa… Algo tiene que estar fallando pero lo que hoy importa de verdad, queridos paisanos, es que comienzan las ferias y fiestas de Valladolid, y hoy más que nunca, tenemos que sentiros orgullosos de nuestras raíces y demostrar lo afortunados que somos de poder vivirlas junto a los nuestros.

        ¡A comer y a beber, amigos!

        ¡A bailar, que estamos de fiesta, y que nada ni nadie nos impida ser felices durante estos diez días!

        ¡Disfrutad sin moderación alguna pero con respeto, y gritad conmigo que una vez más fuisteis partícipes de las ferias y fiestas de Valladolid, capital del universo!

        ¡Demos rienda suelta al vallisoletanismo!

        ¡Viva Valladolid!

        ¡Viva Valladolid!

        ¡Viva Valladolid!

        ¡Viva Pucela!

 

 

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