Curiosidades y leyendas

Rompiendo el código alemán. La máquina enigma de Valladolid.

17 febrero, 2016

Cerrada, no parece que la máquina Enigma sea capaz de condicionar el devenir de una guerra mundial. Abierta, tampoco. Lo que puede parecer una máquina de escribir es una de las armas de guerra más sofisticadas que se han fabricado. Se calcula que España recibió cerca de medio centenar de máquinas Enigma, uno de los grandes avances del ejército alemán que se enviaron como apoyo a las tropas franquistas durante la Guerra Civil.

Su fama se debe a su papel en las comunicaciones cifradas de los submarinos alemanes durante la II Guerra Mundial, pero su debut en la historia de las contiendas y el espionaje comenzó aquí, en España.

La cifra exacta de máquinas españolas, sin embargo, es desconocida. De estas, se cree que sobreviven unas treinta. Veintiséis fueron encontradas en el Cuartel General del Ejército en 2008 durante la realización de un inventario, después de casi sesenta años abandonadas. Al menos – de nuevo-, eso se cree, porque su retirada de servicio, como todo lo relacionado con ellas, es un misterio.

Una de ellas se expone de forma permanente en la Academia de Caballería de Valladolid.

Un sofisticado sistema con 1.252.962.387.456 combinaciones

Parece una simple máquina de escribir, excepto porque no tiene carro ni rodillo. En el lugar en el que debería introducirse el papel hay varios rotores – la de Valladolid tiene cuatro, frente a los tres del modelo comercial más típico-, y diminutas ventanas que muestran números y letras. El espacio del carro está ocupado por un panel que repite los caracteres de las teclas -26 letras y los dígitos del 0 al 9-.

El envío de una comunicación requería el trabajo conjunto de dos personas: una para pulsar las teclas con fuerza suficiente como para hacer girar los rotores y otra para grabar la letra que aparecía iluminada en el panel superior. El proceso se repetía, a la inversa, para descifrar el mensaje.

Funcionamiento_maquina_enigmaLas teclas funcionaban como ‘interruptores’. Cada vez que se pulsaba una, se movía el engranaje mecánico, consistente en varios rotores conectados entre sí; cada uno con 26 contactos en cada cara –uno por cada letra- conectados con los de la cara opuesta del siguiente. Además, estas conexiones eran distintas en cada rotor.  El último, por su parte, solía estar conectado a un reflector.

Cuando se pulsaba una tecla se enviaba corriente hasta su conexión en el primer rotor. A su vez, pasaba al contacto del segundo rotor, al tercero y a todos los que tuviese la máquina, para ‘rebotar’ en el reflector, volver a pasar por los rotores y ofrecer, finalmente, una letra distinta en el panel de luces.

Para complicar el encriptado, cada vez que se codifica una letra, el rotor se desplaza: así, a una misma letra del mensaje original no le corresponde la misma en el cifrado. Si se introducía la letra ‘a’ dos veces, el resultado podía ser, por ejemplo, una ‘c’ para la primera y una ‘h’ para la segunda. Además, para que no llegue a la posición inicial –lo que ocurriría al teclear 26 veces un carácter-, Enigma contaba con tres rotores…en su versión más sencilla. Los utilizados por la Marina alemana llegaron a tener ocho rotores. Así, cuando un rotor había completado una vuelta, empezaba a rotar el siguiente.

Si los rotores y el reflector se colocan en la posición que mantuvieron durante el cifrado y se introducen las mismas letras, aparecerá, de nuevo, el mensaje original.

Con este intrincado sistema, la máquina Enigma creaba una clave para cada mensaje. En una época en la que todo cálculo de posibilidades debía realizarse a mano, el aparato alemán podía realizar hasta 1.252.962.387.456 combinaciones.

La máquina Enigma que exhibe la Academia de Caballería

Las máquinas Enigma en España

Alemania envió a España en 1936 una partida de piezas modificadas, híbrido entre la versión comercial y el modelo más sofisticado de uso militar. Seguramente esta decisión se deba al temor de que fuesen sustraídas por la inteligencia británica o soviética.

La máquina Enigma llevaba, por aquel entonces, 16 años en el mercado, desde el ingeniero holandés Hugo Alexander Koch la patentara en 1920 –patente que vendió poco después a Arthut Scherbius, creador de la empresa Enigma Chiffiermaschinen AG-.

Dado el poco éxito de los primeros modelos de Enigma, orientados a facilitar las comunicaciones empresariales, Scherbius y sus socios pensaron en sus aplicaciones militares. En 1926 fue adquirida por la Kriegsmarine, la Marina, y en apenas nueve años su uso se había extendido a todas las ramas del gobierno alemán, desde la Gestapo a las SS y los servicios de inteligencia.

Con su distribución en España e Italia se garantizaba la comunicación con las tropas alemanas, entre ellas, la Legión Cóndor. Las primeras en llegar, en 1936, tienen los números de serie K-203, K204, K-205, K-206. K-207. K-208, A-1232, A-1233, A-1234, y A-1235. 

La que se expone en Valladolid, con número K-292, es una se las diez que formaban la segunda partida adquirida por España, en enero de 1937, coincidiendo con la toma de Málaga y la ofensiva de Jarama. Fue fabricada como modelo comercial ‘D’ seis años antes de su compra. Como todas las descubiertas en 2008, pesa 11,5 kilogramos y tiene unas medidas de 15,5 x 28 x 30 centímetros.

Las maquinas custodiadas en España fueron clave para que la inteligencia británica ‘rompiese’ el código alemán, expresión que usan los criptólogos para referirse al descifrado de un mensaje. Aunque la inteligencia del Reino Unido se hizo con una versión comercial en 1927, no podía trabajar en el descifrado del código alemán, simplemente, porque no interceptaban señales reales desde la isla británica. Sin embargo, los mensajes que emitían las máquinas desde España sí que eran audibles desde el Reino Unido. Estas fueron la base para que Dilly Knox descifrase en apenas medio año, el primer mensaje. Provenía de una máquina modelo K custodiada en España, como varias de las encontradas en el año 2008. Era el 24 de abril de 1937. Faltaban 13 días para el bombardeo de Guernica.

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